
Me rompe el corazón pensar en la difícil situación de los perros abandonados, su soledad y el anhelo de amor de dueños a quienes nunca les importó. Merecen amabilidad y calidez, alguien que los abrace y los colme de afecto. Esta historia trata sobre uno de esos perros, un alma hambrienta que se queda sola en una casa vacía. Sus antiguos dueños desaparecieron, dejándola a su suerte. Pasaron los días mientras esperaba, esperando contra toda esperanza que regresaran, pero nunca lo hicieron.
A pesar del miedo y el hambre, encontró la fuerza para pedir ayuda. Un transeúnte escuchó su súplica desesperada y entró en la casa, descubriendo una criatura frágil y asustada. La levantó suavemente, sintiendo su fragilidad, y pidió rescate. En la clínica veterinaria, la cuidaron hasta que recuperó la salud, alimentándola y atendiendo sus dolencias. Débil pero agradecida, meneó levemente la cola, en un gesto de agradecimiento a quienes la salvaron.

De nombre Alba, le diagnosticaron enfermedades y desnutrición, necesitando cuidados intensivos para recuperarse. Al principio débil y apagada, poco a poco fue recuperando fuerzas con el amor y el apoyo del personal del centro. Su primer paseo al aire libre con otros perros le hizo brillar los ojos y le regresó un rayo de esperanza. Conocida por su carácter amable, comenzó a jugar con alegría, siendo querida por todos los que la conocían.

Bajo su cuidado, Alba floreció, ganó peso e irradiaba felicidad. El movimiento de su cola decía mucho sobre su nueva alegría y confianza en la gente. Un mes después, una amorosa familia la adoptó y ella floreció aún más bajo su cuidado. La transformación de Alba fue un testimonio del poder de la compasión, convirtiendo su vida, una vez sombría, en una historia de esperanza y felicidad. Gracias a corazones bondadosos, Alba encontró su hogar para siempre y el amor que siempre mereció.
